Ellos no
saben que están muertos:
¿Cómo es posible que las personas fallecidas no sepan que
están muertas? Esta es una pregunta que muchos se hacen luego de ver películas
espirituales como El Sexto Sentido (The Sixth Sense). En la película el
personaje interpretado por Bruce Willis, no dándose cuenta que está muerto,
piensa que su matrimonio ha terminado porque su esposa ya no le habla. La única
persona con la que el puede conversar es el niño, interpretado por Haley Joel Osment,
quien resulta ser un medium; es decir una persona sensitiva que tiene la
facultad de poder ver y comunicarse con los espíritus bajo ciertas condiciones.
¿Por qué sucede esto?
Normalmente las personas cuando fallecen son recibidas por
sus seres queridos en el mundo de los espíritus y son llevadas a lo que algunos
llaman ¨tierra de verano¨, similar a las descripciones que existen sobre el
cielo o paraíso en varias religiones, la cual es una dimensión de la vida
póstuma inmensamente mejor que cualquier lugar de la tierra, donde por un
tiempo permanecen en un estado como de sueño mientras se terminan de cortar las
conexiones energéticas que aún pueden quedar entre el cuerpo físico y el
astral, para luego despertar totalmente refrescados, tal y como se ha descrito
en libros y películas de carácter metafísico como Más allá de los sueños (What
Dreams May Come).
Sin embargo durante ese sueño algunas personas parecen
quedar atrapadas es un plano astral muy cercano al de la tierra y cuando
despiertan se encuentran en un estado de confusión mental tal que no puden
entender su nueva situación. Ellos saben que ha ocurrido un cambio importante
pero no comprenden realmente qué ha sucedido porque ese plano astral es
prácticamente un 'duplicado' energético del mundo físico, donde las personas
sienten que tienen un cuerpo sólido y mantienen la conciencia y las memorias de
cuando vivían en la tierra. Incluso pueden sintonizarse con el mundo físico y
comunicarse telepáticamente con personas vivas, preguntándose por qué algunas
personas (que son medium) le responden y otras le ignoran.
Esta situación dura hasta que la persona se da cuenta de su
nuevo estado y logra ajustarse a la nueva vibración del mundo espiritual, lo
cual puede ser desde unas pocas horas hasta meses y años, en dependencia de
varios factores. Sobre esto Allan Kardec escribe en el Libro de los Espíritus
(pregunta 165):
165. ¿El conocimiento del espiritismo tiene alguna
influencia en la duración más o menos larga de la turbación?
«Muy grande; porque el espíritu comprende de antemano su
situación; pero la práctica del bien y la pureza de la conciencia son las que
más influyen».
En el momento de la muerte, todo es al principio confuso, y
el alma necesita algún tiempo para reconocerse, pues está como aturdida y en el
mismo estado del hombre que, despertándose de un sueño profundo, procura
explicarse su situación. La lucidez de las ideas y la memoria del pasado le
vuelven a medida que se extingue la influencia de la materia, de que acabó de
separarse, y se disipa la especie de bruma que nubla sus pensamientos.
La duración de la turbación subsiguiente a la muerte es muy
variable, puede ser de algunas horas, de muchos meses y hasta de muchos años.
Es menos larga en las personas que, desde esta vida, se han identificado con su
estado futuro; porque entonces comprenden inmediatamente su posición.
La turbación presenta circunstancias especiales, según el
carácter de los individuos, y sobre todo según la clase de muerte. En las
violentas, ocasionadas por suicidio, suplicio, accidente, apoplegia, heridas,
etc., el espíritu está sorprendido, admirado y no cree estar muerto; lo
sostiene con terquedad; ve, sin embargo, su cuerpo, sabe que es el suyo, y no
comprende que esté separado de él; se acerca a las personas a quienes aprecia,
y no comprende por qué no le oyen. Semejante ilusión dura hasta la completa
separación del periespíritu, y hasta entonces no se reconoce el espíritu, ni
comprende que ha dejado de pertenecer a los vivos. Este fenómeno se explica
fácilmente. Sorprendido de improviso por la muerte, el espíritu queda aturdido
con el cambio brusco que en él se ha veriflcado; para él la muerte continúa
siendo sinónimo de destrucción, de anonadamiento, y como piensa, ve y oye, no
se considera muerto. Lo que aumenta su ilusión es el verse con un cuerpo
semejante al anterior, en cuanto a la forma, cuya naturaleza etérea no ha
tenido tiempo de estudiar aun; lo cree sólido y compacto como el primero que
tenia, y cuando sobre este punto se llama su atención, se sorprende de no
poderse palpar. Este fenómeno es semejante al de los sonámbulos novicios que
creen que no duermen. Para ellos el sueño es sinónimo de suspensión de
facultades, y como piensan libremente y ven, se figuran estar despiertos.
Ciertos espíritus ofrecen esta particularidad, aunque la
muerte no haya sobrevenido repentinamente; pero siempre es más general en los
que, aunque estaban enfermos, no creían morírse. Verse entonces el raro
espectáculo de un espíritu que asiste a su entierro como al de un extraño, y
que habla de él como si no le incumbiera; hasta que comprende la realidad.
La turbación subsiguiente a la muerte no es nada penosa para el hombre honrado;
sino tranquila y semejante en todo al que se despierta apaciblemente. Para el
que no es puro de conciencia, la turbación abunda en congojas y angustias, que
aumentan a medida que se reconoce.
En los casos de muerte colectiva, se ha observado que todos los que mueren a un
mismo tiempo no se vuelven a ver inmediatamente. En la turbación subsiguiente a
la muerte, cada uno toma por su lado, o no se ocupa más que de lo que le
interesa.